Durante la década del 90 se llevo adelante por parte de un acaudalado particular un proyecto para construir un restaurante a la entrada del Canal de los Piratas. Fue edificado en material, específicamente en concreto, su arquitectura simulaba una embarcación de alrededor de 15 metros de largo. Asentado sobre sedimento fangoso peligrando a futuro su integridad, este proyecto no tuvo la suerte de finalizar ya que no pudo superar varias denuncias en su contra. Al parecer fue construido sin los permisos correspondiente en medio de tramas políticas.

De mas esta decir que el impacto ecológico del bar-restaurante hubiese sido alto. Con solo imaginar todos los residuos vertidos durante su construcción, sumado a los del uso del local habría convertido a este bello punto turístico en la laguna en un lugar completamente distinto.

Su abandono de todas maneras contribuyó a la contaminación de la laguna. Su estructura derruida en uno de los puntos neurálgicos para los paseos turisticos en la laguna la convirtió en un baño publico. Su consecuente concentración de residuos aportó una cantidad enorme de material orgánico a la laguna. Cabe recordar que esta es una de las causas principales de la perdida de coloración de la laguna debido al cambio de su ecosistema bacteriológico.

La comunidad de Bacalar fue la encargada de limpiar y sanear el lugar. Posteriormente otras organizaciones del pueblo se encargaron de reunir artistas para darle a sus paredes un aspecto artístico, vivo y colorido.

Hoy en día es usado como trampolín por grandes y chicos y como escenario de miles de fotografías de quienes visitan la laguna de los siete colores.